domingo, 28 de julio de 2019

Memoria

Debí haber escrito nuestra historia.
Siempre quise darme el tiempo de dejar huella de tus palabras, de tus manos frías, de tus miedos. También habría quedado constancia de nuestros planes, de los sueños que fuimos formando, de los que logramos y de los que esperan en un futuro que nunca vendrá. Con el tiempo, entre esas historias habrían comenzado a aparecer tus manías, tus exigencias, tu frustración hacia mí.
Si hubiera escrito día tras día lo que fuimos, quizá podría haberte apresado. Podría haber dejado de un registro de lo que fue. Quizá hubiera podido releerte y entenderte. Encontrar a dónde te fuiste, seguir tus huellas.
En esas historias que no escribí están los recuerdos que se ocultan detrás de la más espesa melancolía. Ahí están tus frustraciones, tus miedos, las críticas constantes, el resentimiento. En ese diario podría haber encontrado el motivo de mi debilidad constante, del peso sobre mis hombros, de mi desesperanza.
Pero en la más álgida oscuridad, la memoria que tengo de ti es la de tu devoción hacia mí, tus actos de ternura, tu amor frágil. Y la culpa ahoga todo lo demás. La idea de tu dolor es más fuerte que mi propio dolor pasado o presente.

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