sábado, 17 de diciembre de 2011

Caminamos por las calles oscuras en una madrugada de invierno. Yo no te tomé del brazo, tú me tomaste a mí como un pequeño. Caminé de prisa contigo evadiendo al hombre que te seguía a ti, que quería meterse contigo en la cama pero que rechazaste porque sólo buscaba eso y tú querías más. Bajamos las escaleras del metro y él se quedó tras los torniquetes mirándote como quien deja ir al amor de su vida, al ángel que descubrió por casualidad en un bar lleno de gente extraña donde todos buscan y ofrecen y vienen y van. Todos menos tú, inseguro y solo.

Yo también te conocí meses atrás en un bar lleno de gente extraña donde algunos bailaban y otros buscaban. Yo sólo bailaba hasta que te vi. Cuando al fin dejé de buscar apareciste alto y espléndido, magnífico. Sólo verte fue mi recompensa por haber sufrido, por haber llorado tanto. Tantas veces llamé. Apenas te vi me dije convencida que al fin mi llamado había llegado a ti, cuando al fin el llanto había cesado y sólo soltaba ligeros sollozos de vez en vez. Quise hundirme en tus brazos y sanar en tu piel, siguiendo tu respiración, buscando tus miradas. Te quise desde el principio en que sólo verte me hacía temblar como niña y con el temblor sacudía las tristezas, la oscuridad de mi rostro, la dureza de mi mirada. Viniste como una ola de luz, de fuerza, de agua que sanó todo y me hizo la persona que siempre quise ser, que pensé que sería para ti. Y me dediqué a ti desde el principio. Fui leal, perseverante, paciente, intensa y alocada. Fui lo que quería ser para ti, para quien merecía todo eso, mi fuerza, mi voz, mis palabras, mi tiempo. Fui todo lo que soy, lo que había querido ser. Fui todo.

Pero no pude ser todo para ti. Quise ser alma contigo y fui cuerpo, un cuerpo de mujer. Fui tan mujer que acabé siendo quien cuidaba de ti siendo yo la que buscaba el solaz. Yo fui lo que soy, lo que quise ser y tú jamás querrás eso en este cuerpo. No somos almas aquí. Somos los brazos, las piernas, los labios, los ojos, el busto o el tórax, falo o matriz. Yo no soy lo que tú buscas en esos cuerpos que buscan y ofrecen y vienen y van. Yo soy todo y no lo podrás ver nunca en este cuerpo que habito.

Lo sé desde que me hablaste a mi como sólo habías hablado a poquísimas personas. Y hablaste con el miedo de haber perdido a una o dos por nada más que ser tú en este cuerpo, en este rol. Y desde aquella conversación que fue como la primera del mundo te asiste a mi brazo y me pediste que tomara el tuyo y fuimos dos almas lado a lado conociéndose. Pero yo no quería ser sólo un alma contigo, quería el fuego del cuerpo y la explosión que anticipaba con sólo verte. Aún la anticipo esperando quee poco a poco se desvanezca.

Esperando en el andén del metro comenzaste a hablar de ti y de tu historia. Tú tampoco eres sólo alma, no mientras estemos en este mundo y entre esta gente. Tú no puedes ser quien eres frente a todos pero lo eres conmigo. En este país sólo conmigo. Y entonces hablaste de quien te ha herido, de la soledad y los remordimientos, de fallarte a ti y de fallarle a otros. Y hablaste de las lágrimas que han corrido mientras dejabas caer más. Yo te miré entonces como quien deja ir al amor de su vida y te abracé como al amigo más cercano, al de las palabras más claras, al de los secretos más profundos.

Al amanecer llegamos a mi casa y dormiste en mi cama tranquilo y dulce. A mi lado, tan cerca, tan lejos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Día de cielo claro

A inicios del invierno trataré de protegerme del frío en ti. Hoy te buscaré entre la gente y diré las palabras impronunciables del miedo. Tú no dices nada pero tu cuerpo me llama, tu cama está vacía y yo estoy plena de todo y todo está envuelto en el mejor paquete cual regalo inesperado, dulce y doloroso a la vez.
Mis soles vuelven a brillar desde que llegaste a mi. ¿Vendrán a mí hoy su calor en este cielo claro?