domingo, 28 de agosto de 2011

Bicicleta

Mi amor / My love

En mi bici voy sola, más sola que cuando camino, que cuando me encierro en mi cuarto y trato de no pensar en ti. En la bici fui contigo siempre sin que estuvieras nunca. Los caminos recorridos fueron caminos donde te buscaba en paisajes que creí que verías y que compartía contigo siendo una misma alma en lugares lejanos. No concretaste esa alma ni esos paisajes y esa bici se quedó rodando sola, conmigo arriba en un equilibrio incierto, sobre dos ruedas que llevan mi alma desgarrada y tan sola recorriendo caminos que ya no me hablan como entonces.
Los caminos recorridos en esa bici me hablan del abandono, de la pérdida, de lo que creo que tengo y no llego a abrazar nunca. No hay nada en el camino más que el movimiento, el rápido correr, el circular de las piernas, la tensión en los músculos, el sudor en la espalda. Si me detengo, caigo. De nuevo. Y, ¿cómo volver a empezar con las rodillas raspadas y quemadas por el roce con el pavimento, con la carne al rojo vivo, los golpes en las costillas, la mano torcida, los labios sangrantes? De nuevo.

Sigo el camino cantándome a mi misma, balanceandome entre curvas y cuestas, descensos, llanos donde el viento se desliza en mi y alivia el calor. Hacia el frente está el río y más allá el mar, donde, dicen, podré darme un descanso.

lunes, 15 de agosto de 2011

La volvió a recordar años después. Al principio, en la última vez que se vieron, no pudo soportar su mirada y buscó pretextos para huir. Ella lo acariciaba mientrás él se balanceaba sobre ella. Lo tomaba con ambas manos y entre gemidos lo miraba fijo a los ojos. Se paseaba de uno a otro con esos ojos grandes de mirada profunda y clara. Lo miraba buscando sin encontrar. Él se retraía, se ocultaba aún mirándola tratando de concentrarse en el balanceo, pero esa mirada lo ponía al borde de la caída.
Tras ese día no pudo volver a llamarla. Ella lo buscó una vez pero el no respondió y ella lo olvidó. Olvidó sus besos y su mirada vacía, sus ojos negros como pequeños estanques. Olvidó sus palabras y su urgencia. Olvidó la forma de su cara. Sólo recordaba fragmentos de su cuerpo que volvían entre sueños algunas noches. Al princpio tan claros y tangibles y luego cada vez más lejanos, confundidos con las pieles de otros hombres reales e imaginarios. Él nunca fue el río que prometió ser, ni se dejó inundar por el mar de ella. Se borraron los nombres, las palabras y los besos.

A él regreso el recuerdo de esa piel y esos labios de un sabor diferente. Tan lejanos tras el silencio. El silencio construye muros. El tiempo borra el pasado o lo marca en la piel.

lunes, 1 de agosto de 2011

Carta a mi misma, con tinta morada

Te encuentras cada noche pensando, pensando como siempre. Aquella pequeña mujer con quien redescubres la simpleza y dulzura de la amistad te dice que eres de color morado, dulce y linda pero con un lado atormentado por tanto pensar, por tanto complicarte tu misma. Ese mismo día en la noche te sientas en la soledad de tu cuarto y tras terminar con los deberes del día comienzas a sentir esa punzada en la boca del estómago. Cuestionas todo, lo que hiciste, lo que no hiciste, por qué lo hiciste, qué pasará, qué pruebas harás para encontrarte en tus propios errores, buscarte castigos por ser tú, buscar razones para llamarte estúpida, encontrar formas de hallarte en mares de arrepentimiento inncesario.
Siempre sabes que sólo eres tú quien no puede perdonarse, quien no puede seguir adelante. Y buscas de donde asirte cuando todo lo sientes igual de huidizo e inseguro que tú. Te metes en corrientes inciertas que te hacen caer y te culpas de esas caídas, te culpas a ti también de las no caidas, tan desamparada en tus pensamientos.
Si todo lo pudieras pensar menos, pensarlo más simple, hundirte en las corrientes y dejarlas acariciar tus costados, mojar tu cabello, lavar tus penas y dejarte llevar. Siempre vas en contra, te detienes a ver el camino recorrido y el sendero por venir. No fluyes, no te mueves suavemente. En especial de noche, ves ojos de cocodrilos acechando en cada corriente, sientes su piel áspera rozar tus piernas, tus manos, rodearte y emboscarte sin que pase nada hasta que llega el nuevo amanecer.
Buscas alguien que te cuide de esos predadores que al final son tú misma. ¿Qué no logras conciliar dentro de ti? ¿Qué no logras armar y erigir? Nadie va a venir a salvarte. No hay nadie mirando de lejos deseando espantar esos demonios.
Lidia con la noche con palabras. No tragues la ansiedad. Estás sola y tienes muchas noches y días más para aprender a vivir con eso. Deja ya de buscar.