jueves, 20 de septiembre de 2012

Hueles a madera

Tus palabras fueron escoplo que con firme suavidad destaparon apenas un borde de la cubierta de mi piel. Y, como buscando validarse, tras el llamado la dulce resina manó hasta tus labios y se impregnó en tu piel. Y así, tras los cristales, los ademanes y la ropa fuiste otro, menos civilizado, menos marcado por la tierra a donde perteneces, menos tu imagen y más tú. Las palabras resuenan aún. Nos acercamos sin miedo, poco a poco y todo a la vez. Entre el tiempo, contando las horas.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Sándalo

En una orilla de una mesa para cuatro en la cafetería que parece jardín botánico, tomaste mi mano y la acercaste a tu nariz. Con curiosidad la oliste subiendo por el antebrazo hasta que te la arrebaté.
-- Hueles--, dijiste.
Yo miré tus ojos tras los cristales montados en aros blancuzcos, tu cara pequeña pero de facciones bien marcadas, tus dientes alineados y limpísimos. Mire tus pienas fuertes ocultas bajo el pantalón de cuadros, de cintura alta, como los abuelos. Miré sólo tu brazo izquierdo y tu mano derecha asomándose por la camisa blanca siempre bien fajada dentro del pantalón y cerrada hasta el cuello menos el último botón. Pareces de otro tiempo.
Eres tú sin excusas ni permisos. En tus modos arcaicos sin seguir a nadie. En tu personalidad suve, incomprensible a ojos extraños, pero donde creo encontrar más seguridad en tu condición de hombre y de humano que en otros machos que a gritos marcan territorio y atraen a las mujeres. Y te miro con un poco de recelo descubriendote poco a poco, leyendote en tus ademanes exagerados, en tus palabras pausadas y acomodadas para mí, en los idiomas donde nos encontramos.
--Hueles a madera--, dijiste.
Tus palabras me hablaron más allá del momento y tomé tu mano para olerte también. ¿A qué hueles?
--¿A qué huelo?
No pude responderte al nivel de lo que tú me dijiste porque en la emoción del momento tuve miedo de descifrar tu olor.