domingo, 16 de diciembre de 2012

Te busco

No te busco a ti. Busco a esa historia que me contaron tiempo atrás y que me repito día tras día, que busco en las noches, que me sueña. Tú, con haber estado y no estar, con ser y no ser, ausente y prensente, ausente, de nuevo estás. Quiero dejarme ir, contigo, con mi idea de ti.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Hueles a madera

Tus palabras fueron escoplo que con firme suavidad destaparon apenas un borde de la cubierta de mi piel. Y, como buscando validarse, tras el llamado la dulce resina manó hasta tus labios y se impregnó en tu piel. Y así, tras los cristales, los ademanes y la ropa fuiste otro, menos civilizado, menos marcado por la tierra a donde perteneces, menos tu imagen y más tú. Las palabras resuenan aún. Nos acercamos sin miedo, poco a poco y todo a la vez. Entre el tiempo, contando las horas.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Sándalo

En una orilla de una mesa para cuatro en la cafetería que parece jardín botánico, tomaste mi mano y la acercaste a tu nariz. Con curiosidad la oliste subiendo por el antebrazo hasta que te la arrebaté.
-- Hueles--, dijiste.
Yo miré tus ojos tras los cristales montados en aros blancuzcos, tu cara pequeña pero de facciones bien marcadas, tus dientes alineados y limpísimos. Mire tus pienas fuertes ocultas bajo el pantalón de cuadros, de cintura alta, como los abuelos. Miré sólo tu brazo izquierdo y tu mano derecha asomándose por la camisa blanca siempre bien fajada dentro del pantalón y cerrada hasta el cuello menos el último botón. Pareces de otro tiempo.
Eres tú sin excusas ni permisos. En tus modos arcaicos sin seguir a nadie. En tu personalidad suve, incomprensible a ojos extraños, pero donde creo encontrar más seguridad en tu condición de hombre y de humano que en otros machos que a gritos marcan territorio y atraen a las mujeres. Y te miro con un poco de recelo descubriendote poco a poco, leyendote en tus ademanes exagerados, en tus palabras pausadas y acomodadas para mí, en los idiomas donde nos encontramos.
--Hueles a madera--, dijiste.
Tus palabras me hablaron más allá del momento y tomé tu mano para olerte también. ¿A qué hueles?
--¿A qué huelo?
No pude responderte al nivel de lo que tú me dijiste porque en la emoción del momento tuve miedo de descifrar tu olor.

miércoles, 11 de julio de 2012

Sueños I

Lo soñó anoche. Lo soñó como lo había soñado en noches anteriores. Claro e inasible. Con indiferencia y doloroso. Dulce y cruel. Lejano.
Esa presencia en sus sueños la perturba levemente en las mañanas. Se convierte en el peso en los hombros que no deja levantarse, en la opresión en el pecho que invita a seguir dormido. Espanta las presencias ausentes a sorbos de agua y las desecha en el retrete.
Y sale a correr. Correr es como esas presencias ausentes en los sueños. Es un ademán de movimiento que no te lleva a ningún lado, es golpearse la cabeza, las rodillas, los nudillos con la pared del callejón sin salida. Pero correr es dejar fluir, también. Los sueños no. Los sueños son el agua estancada del pasado, de los deseos sin realizar.
En los sueños no puede huir de él. En los sueños es débil, vulnerable. Despierta y corriendo, no. La protege la distancia endurecida en sus piernas y el sudor. Empapada entre  pensamientos y música corre sin desplazarse, corre hacia ella misma.

viernes, 25 de mayo de 2012

El sí esperado

Yo nací con ese sí.
Tengo el sí desde la cuna, de mis padres, de mi familia.
Y crecí buscando los no, la vida difícil. Pero la vida siguió empeñándose en ser dulce mientras yo la amargaba con gotas de mi propia sangre, con huellas que han quedado sobre mi piel y pesan. Ese fue el primer gran no que me di yo.
Los hombres que he querido me dieron ese sí, mi hermano desde el primer momento en que lo vi, mi padre desde el principio con dureza y suave y dulcemente más tarde, dos que tres amigos. Un primer hombre ajeno me dio un sí y luego me lo arrebató. Fue un sí tan cruel y amargo, tan duro que...
Su partida también fue un sí.
Y es un sí estar tan lejos de mi patria aún queriendo estar allá y fue un sí haber estado en casa de mis padres cuando quería estar fuera. Es un sí tener lo que no quiero, tener sin pedir lo mejor, lo más preciado y poder darle valor poco a poco, a la distancia, con ayuda del tiempo.
Es un sí mi familia a la que empeñé en decirles que no y que siempre se mantuvieron firmes en su sí, todos y cada uno sin titubear.
Y es un sí lo que tengo ahora, lo que se fue, lo que aún no viene. Y es un sí lo que espero, lo que deseo, lo que pido aunque no venga nunca. Es un sí sentir esa necesidad de nuevo.
Y será un sí lo que tenga que ser.
La suerte está echada.

Gracias Rudy.

lunes, 9 de abril de 2012

Ayer noche

Creí verte acercándote lento y titubeante como la primavera que se vislumbra henchida de flores y sol. Escuché tu voz dirigida a mí y temblé. Y en el tropel de gente éramos sólo tú y yo, y en el fárrago de ruidos estaba sólo tu voz. No dijimos nada que recordar, sólo fue tu voz buscando mi voz, provocando que se deslizaran las gotas de sudor por mi espalda. Y te sonreí, sonreí cada vez que volví a verte y he sonreido cada vez que te veo en el recuerdo, hasta ahora. Sonreí con tu sonrisa de niño, con la inocencia que perdí y que siento que me das de nuevo sólo tú. Sonreí sin ansias, tranquila, con la paz que he buscado tanto tiempo sabiendo que estás ahí tanto como no estás. Y eres tú, distinto a mí, una mente propia y lejana. Puedes acercarte o huir. Podría pasar cualquier cosa y dejaré que suceda lo que suceda. Lo haga o no las cosas toman su curso, se bifurcan o se entrelazan, se despedazan e incendian. Pero ayer noche tuve tu voz y te di la mía. Quisiera haber dicho tanto, pero aún no es el tiempo de las palabras.

viernes, 30 de marzo de 2012

Rojo

Elegí el rojo. Un rojo en los labios, tan predecible. Una camisa de cuadros roja un día, una chamarra roja al otro. Y volviste tu mirada a mí. Elegí el rojo porque es tu color. El color de tus labios impredecibles, el color de tu ropa con el que te siento de reojo mientras vas de acá para allá y a veces te detienes y volteas. Eres rojo en mi recuerdo y en la sangre que se agalopa cuando pienso en ti, en el delineado cortorno de tus brazos y en tu lengua tras esa sonrisa de niño que me llega y me contagia. Eres rojo como mis mejillas encendidas de tanto correr pensando en ti, correr más rápido tratando de alcanzarte, de llegar y sin moverme.

Y te pienso y ya soy esa sonrisa también.

lunes, 19 de marzo de 2012

Las tardes del domingo el sol entraba por el ventanal de tu cuarto llenándolo todo de ese calor que incita a la siesta. Los otros días no. Otros días el cuarto se calentaba como si fuera un horno y había que huir a la terraza o al piso de abajo sin ventanas, sin luz de día. Y entonces no había forma de sentarse a leer ni de sentarse a nada y a la noche dabas vueltas en la cama sin poder deshacerte del hastío del día, sin descanso de ese calor.
Los domingos nos refugiábamos en tu cuarto al comenzar la tarde. Tras la comida, nos acostábamos en tu cama y tras los besos venía el sueño tomada de tu mano o abrazada de ti, con tu respiración en mi frente. Dormíamos sin dormir soñando con nosotros, seguramente. Ahí hablábamos siempre, casi susurrando, con tú música al fondo. Ahí lloré tantas veces al final antes de irme de ahí pues tras la tarde perfecta caía en la cuenta de la realidad, de que me iba de esa ilusión de las tardes de domingo donde todo quedaba flotando como en espera de que nosotros regresáramos al mundo. Todo se mantenía en espera y entonces las cosas funcionaban sin fisuras en ese rincón cálido y acogedor, tomados de las manos, entre besos y nuestra respiración al unísono. Y lloraba sin saber por qué me iba y dejaba eso que era lo que más quería y llenaba mi vida. Y me abrazaba a ti con brazos y piernas tratando de asir el momento que se iba al ponerse el sol y comenzar el camino de vuelta a casa donde descubría que yo era otra cosa, más que esas tardes de domingo, de la comodidad de ese sopor y la incertidumbre de tus besos.
Al final las tardes de domingo son las que más han pesado cuando estoy sola. Y aquí también entra el calor de la tarde, si es la estación correcta, sino apenas a veces alumbra el sol. Pero da igual, la venta de doble vidrio me recuerda que nunca volverá el ventanal de tu cuarto ni esa luz de la tarde. Los gritos de la calle no serán los de los niños de las casas de al lado de la tuya, no serán en español. No hay gritos en la tarde, sino en la mañana, cuando me pesa levantarme sea domingo o sea cualquier día. Y ahora sé que el mundo funciona siempre con fisuras, para todos, y que siempre será así.
Yo no vine huyendo de ti, tú te quedaste escapando de mí. Quizá lo que yo veía como calma era para ti un huracán que destrozaba todo lo que eras cada vez que aparecía. Y esos sueños que soñábamos tomados de la mano eran sueños alejados enre sí, motivados por el cansancio de tanto tiempo juntos y lo que parecía aún faltar.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Nos veremos en Barcelona, ya verás, aunque no vas a morir. Curiosamente por culpa de mi hermano estoy en una etapa de escuchar The Smiths-Morrissey sin parar y ayer que escuchaba "There's a light" fue tu imagen la que se me vino a la mente, justo mientras tú soñabas. Con quién me gustaría morir... Pensé en ti mientras tú soñabas que pasabas tus últimos días conmigo. No sé qué signifique tu sueño o qué deseo esconde realmente pero definitivamente nos veremos y platicaremos y pasaremos mucho tiempo juntos y nadie morirá, al menos no literalmente. Good times for a change, siguiendo con los Smiths.

domingo, 5 de febrero de 2012

Dignidad

Y al fin, ¿qué es la dignidad? Dices esas palabras que el otro no va a decir. Pides perdón. Cedes.

Quizá no es tan malo si en el fondo lo haces por tí, por no quedarte despierta esa noche sintiendo el frío de la llegada de la primavera y duermes tranquila pensando que lograste conservar algo que supones valioso.

Y no habrá quien escuche

Estás sola. Lo que hagas o vayas a hacer lo vas a lograr por tu cuenta. No lo harás por alguien ni nadie lo hará por ti. Tú lo estás haciendo sola. Y te está yendo bien y estás logrando un montón de cosas. ¿Ves? Aquí dice que hay mucha suerte. No hay amor, pero tienes mucha suerte en tu vida. Sólo estás tú. Si lo ves así es muy bueno.

Y al final del día llego a trabajar en eso que estoy haciendo yo sola y estoy sola. Sin nadie con quien compartirlo, sin nadie a quien le importe. Ni amigos ni amor. Y ceno frente a la computadora en una casa vacía mientras pienso qué pasaría si volviera a marcarle a él y le dijera que viniera a tomarse una cerveza conmigo, como la primera vez, y estar para él y que él esté para mí, sólo a veces, sólo cuando él quiera. Pero que haya alguien, al fin, apenas cruzando la puerta. Y que piense en mí, conteste mis mensajes y prometa llevarme a comer algún día. Y me diga que envidia al hombre que me gusta, que me pida que lo quiera en el filo de su vulnerabilidad aunque luega vuelva a ser él mismo, quien siempre va a ser, frío e indiferete, cruel. Pero que pase un rato aquí y me bese a veces. Que me necesite a veces y me llame. Que diga mi nombre en la oscuridad. Que ponga su brazo, a veces, para que me recueste sobre él. Que responda cuando llame, aunque peleemos cuando viene.
Y no. No le hablaré porque estoy sola pero estoy haciendo muchas cosas y todas las estoy logrando sola. Y quien puede hacer tantas cosas solo no debe necesitar de alguien así, aunque no venga quien debe de venir. Y quién sabe ya si ese existe, el que dicen que llegará. ¿Si tarda tanto valdrá la espera? No lo sé. Y al fin, hay gente que me deja necesitarla y la necesito y estoy para ellos, para él. Sí hay un él. Y ahí está inalcanzable. No me importa ya alcanzarlo. Pero está para que le de tiempo, fuerzas y no está para darme tiempo ni fuerzas, ni nada. Y apenas pido algo se va y me quedo más sola, logrando las cosas por mí para mi para disfrutarlo todo yo nada más.
Y cae la noche y me quedo aquí escribiendo, viendo una pantalla que no cambia. Sigo haciendo cosas que querré contar y no habrá quien escuche.