miércoles, 11 de julio de 2012

Sueños I

Lo soñó anoche. Lo soñó como lo había soñado en noches anteriores. Claro e inasible. Con indiferencia y doloroso. Dulce y cruel. Lejano.
Esa presencia en sus sueños la perturba levemente en las mañanas. Se convierte en el peso en los hombros que no deja levantarse, en la opresión en el pecho que invita a seguir dormido. Espanta las presencias ausentes a sorbos de agua y las desecha en el retrete.
Y sale a correr. Correr es como esas presencias ausentes en los sueños. Es un ademán de movimiento que no te lleva a ningún lado, es golpearse la cabeza, las rodillas, los nudillos con la pared del callejón sin salida. Pero correr es dejar fluir, también. Los sueños no. Los sueños son el agua estancada del pasado, de los deseos sin realizar.
En los sueños no puede huir de él. En los sueños es débil, vulnerable. Despierta y corriendo, no. La protege la distancia endurecida en sus piernas y el sudor. Empapada entre  pensamientos y música corre sin desplazarse, corre hacia ella misma.