lunes, 15 de agosto de 2011

La volvió a recordar años después. Al principio, en la última vez que se vieron, no pudo soportar su mirada y buscó pretextos para huir. Ella lo acariciaba mientrás él se balanceaba sobre ella. Lo tomaba con ambas manos y entre gemidos lo miraba fijo a los ojos. Se paseaba de uno a otro con esos ojos grandes de mirada profunda y clara. Lo miraba buscando sin encontrar. Él se retraía, se ocultaba aún mirándola tratando de concentrarse en el balanceo, pero esa mirada lo ponía al borde de la caída.
Tras ese día no pudo volver a llamarla. Ella lo buscó una vez pero el no respondió y ella lo olvidó. Olvidó sus besos y su mirada vacía, sus ojos negros como pequeños estanques. Olvidó sus palabras y su urgencia. Olvidó la forma de su cara. Sólo recordaba fragmentos de su cuerpo que volvían entre sueños algunas noches. Al princpio tan claros y tangibles y luego cada vez más lejanos, confundidos con las pieles de otros hombres reales e imaginarios. Él nunca fue el río que prometió ser, ni se dejó inundar por el mar de ella. Se borraron los nombres, las palabras y los besos.

A él regreso el recuerdo de esa piel y esos labios de un sabor diferente. Tan lejanos tras el silencio. El silencio construye muros. El tiempo borra el pasado o lo marca en la piel.

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